(…) En el crepúsculo vespertino apareció una gran casa de un solo piso con un tejado de hierro oxidado y ventanas oscuras. A esta casa la llamaban posada, aunque no tenía ningún patio alrededor y permanecía en medio de la estepa sin ninguna valla. Un poco apartado de la casa -como una mancha oscura-, había un lamentable jardincillo de cerezos con un cercado de ramas. Bajo las ventanas, con sus pesadas cabezas inclinadas, permanecían los dormidos girasoles. En el jardincillo charqueaba un pequeño molino, instalado para asustar a las liebres. Al lado de la casa no se veía ni se oía nada, salvo la estepa. (…)
“Me leerán durante siete años, a continuación me olvidarán… Después – pasará un periodo- empezarán a leerme de nuevo y, esta vez, me leerán durante mucho tiempo.”
A. P. Chéjov