Cecilia, advertida ya del peligro, es introdujo en el cementario, por una entrada distinta, aunque cercana de aquella por donde habían penetrado los soldados. Apenas descendió sintió el desagradable penetrante olor de las resinosas teas. No es este olor el de nuestro incienso – dijo para sí-, no hay duda de que el enemigo está ya dentro. Corrió al lugar de la reunión y entregó el aviso de Sebastián, añadiendo además cuanto acababa de observar. Aconsejábales el oficial en aquel que se dispersasen al punto y buscasen su salvación en las profundidades interiores de las galerías. Y suplicaba al Pontífice no saliese hasta que enviase por él, pues el objeto principal de los perseguidores era apoderarse de su persona.
Pancracio instó también a la ciega mensajera a que se ocultase.
Cardenal Wiseman, “Fabiola”